Se acerca el verano, la temporada que muchos aprovechamos para desplazarnos, conocer otras zonas y visitar restaurantes de los que hemos oído hablar a lo largo del curso. Es, además, la época perfecta para acercarse Galicia si lo que se busca es conocerla más allá de la lluvia y las nieblas del invierno, así que julio y agosto son los meses que concentran la mayoría de las visitas.
Y aunque no sean los mejores meses para disfrutar de algunos mariscos (lo siento, para eso tendréis que venir a conocernos con lluvia y frío), es una temporada estupenda para asomarse a la diversidad de la cocina gallega, para olvidarse de tópicos y escarbar un poco más allá de la superficie. Por supuesto que hay grandísimos restaurantes tradicionales –ahí están clásicos como Casa Isolina (Taragoña, Rianxo), Chef Rivera (Padrón), Casa Ramallo (Rois)– y, sobra decirlo, los nombres más mediáticos como Pepe Solla, Javier Olleros (Culler de Pau) o Yayo Daporta merecen una visita. Pero hay más, mucho más.
Galicia vive actualmente un momento de ebullición gastronómica que puede rastrearse casi en cualquier rincón y que nos lleva de lo más tradicional a lo más viajero de la mano de una generación de cocineros jóvenes que vale la pena descubir. Por eso, aprovechando la cercanía de las vacaciones, queremos proponer un listado por el que cualquiera interesado en explorar esa cocina gallega vibrante y novedosa tenga por donde empezar:
Abastos 2.0. Santiago de Compostela. ¿Necesitan presentación a estas alturas? Producto, desenfado y un ambiente siempre bullicioso son las marcas de la casa de este peculiar espacio gastronómico nacido en el mercado de Santiago hace 7 años y que hoy cuenta con un segundo restaurante justo enfrente, aunque con una propuesta diferente, y un tercer espacio, en Carril (Pontevedra), O Loxe Mareiro, que a través de su carta y de sus ventanas se asoma a la Ría de Arousa y que cuenta con una de las terrazas más codiciadas del Noroeste.
La Molinera, Lalín. De la costa al interior para descubrir otra cocina gallega. Diego “Moli” López está hoy al frente de este negocio abierto por sus padres a mediados de los años 80 del pasado siglo y que es, en la actualidad, la casa de referencia en cuanto a cocidos gallegos se refiere. Pero es mucho más y quizás en estos meses resulte más interesante explorar su estupenda oferta de grandes pescados, de carnes madurados o la delicadeza y los matices de los menús degustación de Diego, Cocinero Revelación en Galicia en 2014.
Pablo Gallego, A Coruña. Pablo es ya un nombre clásico de la cocina coruñesa. Perteneciente a una de esas sagas culinarias de la ciudad, ha conseguido que su pequeño restaurante a un paso de la Praza de María Pita sea un fijo en la agenda de los que buscan el mejor producto con un punto más. Uno de esos restaurantes discretos, que no suelen generar titulares pero que nunca fallan.
O Camiño do Inglés, Ferrol). Seguramente es uno de los restaurantes gallegos de los que más se ha hablado en este 2017 debido a su participación en el premio Cocinero Revelación de Madridfusión, Cociñeiro Novo de Forum Gastronómico y alguno más. Y lo es con razón, porque la cocina de Dani López es un soplo de aire fresco, una visión desenfadada y con matices viajeros sobre la inmensa despensa marina de la costa norte gallega y, sobre todo, porque O Camiño do Inglés es un grandísimo lugar en el que disfrutar con una cocina gallega contemporánea diferente.
A Horta d’Obradoiro, Santiago de Compostela. Eloy Cancela y Kike Piñeiro son ya dos viejos conocidos de la escena culinaria compostelana. Hace 2 años abrían este precioso rincón (ese jardín es un auténtico privilegio) a apenas 100 metros de la catedral y, poco a poco, sin hacer demasiado ruido, han ido consolidando una cocina en la que conviven lo tradicional y una visión más actualizada basada siempre en un producto excepcional. Sus caldeiradas y sus frituras de pescado son, seguramente, las mejores de la ciudad.
Taberna Arallo. La versión gamberra y ecléctica –ellos prefieren hablar de Cociña Contaminada- de Iván Domínguez y su equipo. Una barra, sin reservas, sin postres y sin café; cubiertos desechables, una carta cambiante, sabrosa y siempre sorprendente convierten a Arallo en una opción única en su gama.
JORGE GUITIÁN