
Entre las distintas revoluciones verdes registradas en la alta cocina occidental desde que Michel Bras propuso su “cuisine minceur”, la de Fernando del Cerro —que elevó el negocio y la casona familiar junto al mercado a la categoría de estrella Michelin— es de las pocas que se basan en un discurso singular, osado y coherente. El cocinero no tiene nada contra los productos transgénicos ni a favor de los ecológicos e incluso defiende la congelación como técnica que facilita la manipulación de las verduras y mejora en ocasiones las cualidades organolépticas de algunas como único criterio verdaderamente gastronómico. Hasta la apuesta por el producto de cercanías viene dada por la garantía de frescura que supone y no por consideraciones de otro tipo, aunque cuenta con una parcela propia en la histórica huerta de Aranjuez para abastecerse todo el año de verduras de calidad y, muchas veces, inusuales. A la hora de manipularlas, se plantea la necesidad de que “estén ricas” para que resulten atractivas gastronómicamente. Su forma de conseguirlo se basa en el aporte de grasa —de suculencia— y en eludir radicalmente su cocción en agua: las verduras ya son agua de por sí y el caldo donde cuecen se lleva sus cualidades de todo tipo. Su extraordinario menú degustación (75 euros), que culmina de forma sobresaliente con un plato de pescado y otro de carne al margen de cualquier tipo de vegetarianismo, es tan cambiante como las temporadas hortícolas y está integrado por platos que llevan brillantemente a la práctica esos principios: ahora mismo, por ejemplo, las crudités de zanahoria y mastuerzo con tuétano, el falso risotto de coliflor y coco, el trampantojo de carpaccio de buey —a base de remolacha—, la calabaza en papillote, el civet de aguaturma, las trufas de Bruselas —sorprendentes minicoles rebozadas en cacao— o la lombarda acidulada: una receta de la abuela donde la granada y la manzana reemplazan al vinagre. Tras lo suculento, lo goloso: en la cima, la crema de castañas sobre láminas de cacao caramelizado y sorbete de chocolate. Armando del Cerro dirige un magnífico servicio y una carta de vinos sensacional.
LLUÍS RUIZ SOLER