Destinos gastroturísticos

Almoradí celebra su IV Jornada de Turismo de Interior, con la alcachofa como emblema diferenciador de una gastronomía que tiene su propia personalidad

Los municipios de interior pugnan por acceder a los beneficios económicos y culturales del turismo, y un experto como Roc Gregori les recomienda que se especialicen. Deberían hacerlo, incluso, después de decidir especializarse en gastronomía.

Nos pide el Ayuntamiento de Almoradí que intervengamos en su IV Jornada de Turismo de Interior, con un papel destacado de lo gastronómico, cuando acabamos de leer unas interesantes reflexiones de Roc Gregori en INFORMACIÓN, un par de semanas atrás. Quien gestionó los intereses turísticos de Benidorm durante décadas —antes y después de asumir responsabilidades autonómicas en la materia al máximo nivel— evocaba los tiempos en que sólo unos pocos municipios se dedicaban al turismo, mientras otros se consagraban al turrón, la agricultura o los azulejos. Ahora, en cambio, todos sienten la vocación o la necesidad de explotar esa veta, con la consiguiente inflación promocional. Frente al “estúpido todos contra todos”, Gregori reivindica la especialización, como en un equipo ciclista: “Unos esprintan, otros escalan, otros llanean…”

Pero hay tantos que se especializan en gastronomía que luego hay que especializarse dentro de la especialidad. Y, para dedicarse a algo, hay que tener cualidades. Sería absurdo que un municipio con un suelo árido o sin suministro de agua se dedicara al cultivo de hortalizas y las posibilidades de éxito no son mayores si se dedica a la gastronomía sin reunir unas condiciones mínimas. Almoradí tiene los mimbres para hacer el cesto. Hay, al menos, un par de restaurantes homologados por guías y publicaciones gastronómicas junto a media docena de buenos locales, de regularidad y autenticidad reconocidas, y eso es un requisito imprescindible. Luego, la especialización tiene que llevar a una diferenciación de la competencia que permita consolidar una marca y para ello hay que tener una personalidad propia. No sirven los tópicos que esgrimen falsas singularidades, compartidas a la hora de la verdad por los pueblos vecinos, que no aportan sino matices pintorescos, como mucho.

Un producto emblemático como la alcachofa, capaz de convertirse en metáfora de un modo peculiar de entender la cocina, tiene un gran valor a la hora de perfilar una identidad que permita apostar sobre seguro por el turismo gastronómico. Una despensa singular y una tradición culinaria asociada a ella definen un estilo propio que está presente en unos buenos restaurantes y sólo falta desarrollar una marca a partir de todo eso. Para ello, hay que trabajar de manera organizada y coordinada, siguiendo una estrategia que engarce unas acciones con otras, de modo que las jornadas, los eventos, las publicaciones, la comunicación y cualquier otra iniciativa apunten siempre en la misma dirección. Se trataría de consolidar a Almoradí —en este caso— como destino gastroturístico y como producto gastroturístico: como imagen de marca asociada a un lugar al que la gente acude —cada cual según sus preferencias, a un local u otro— porque “se come bien”.

FOTO: LRS