El vino de Rioja se reafirma y se renueva

BotellesPor Lluís Ruiz Soler  

Rioja sigue siendo líder en España por lo que respecta a vino tinto. Hay marcas que siguen siendo fieles al clasicismo riojano, nuevos productos que ponen al día un estilo inconfundible y vinos que se reinventan sin renunciar a su identidad.

Antes de los 90, un Gran Reserva —dos años de barrica y tres de botella por lo menos— era la máxima expresión del rioja. Clásico con un punto decadente, Faustino I sigue siendo todo un exponente de ese estilo y el de 2001 ha obtenido una impresionante cosecha de galardones: larga vida a un vino que siempre tendrá sus adeptos y el aval de expertos como los que le dieron al Faustino I 2001 (unos 19 euros) la Medalla de Oro en Le Concours Mondial de Bruxelles o la de plata en el International Wine Challenge de Londres.

Frente a los vinos de “meditación”, los de “disfrute”. En esta línea está lo más nuevo de Campillo: El Niño (tempranillo con un 10% de graciano). Es de los que renuncian a la tipología de crianzas y reservas para tomar lo que más le interesa de cada uno: la maceración carbónica le da la alegría del “cosechero” y una estancia en barrica —nueva— de unos 7 meses, con la que no llega a ser un crianza, aporta la complejidad tostada y especiada. Con el ADN del clásico y el desenfado de los modernos, cuesta unos 7 euros.

Radicalmente comprometido con la modernidad, La Pelea (unos 8 euros) es el rioja de Los Vinos del Paseante, un proyecto de Codorniu que, por ahora, incluye un cava catalán, un blanco de Rueda y otros dos tintos, de Montsant y El Bierzo. Huele intensamente a frutas y flores, y en la boca resulta potente y estructurado. El Paseante recorre zonas vitivinícolas emblemáticas en pos de la singularidad de cada una y en la Rioja ha decidido expresarla en clave contemporánea, con la fruta en primer plano.

Otra bodega llegada a la Rioja para dar su versión del “terroir”, desde su experiencia en cuanto a vinos de pequeñas parcelas, es la ribereña Pradorey. Su Tiero 2011  (unos 8 euros) es el primero de una gama que piensa en crecer. Se trata de un crianza singular por su coupage de tempranillo con garnacha (10%) y mazuelo (5%), a medio camino entre la tradición riojana y la modernidad, que se expresan en aromas frutales con notas tostadas, balsámicas y especiadas, así como en un paso por la boca suave y aterciopelado.

Por su parte, Bodegas Franco-Españolas, un clásico que el año que viene cumplirá 125, ha sumado a los Rioja Bordón —crianza, reserva y gran reserva— el RB 2011 (unos 10 euros), con una decidida puesta al día de su emblemática marca desde la etiqueta misma. Y desde la primera impresión en la nariz, con la fruta en primer término, bien matizada por los tostados y especiados de un año de crianza. Estructurado, equilibrado y fácil de beber, renueva el estilo clásico y lo adapta a los gustos de ahora.