
Eñe es una de las mejores revistas literarias de España y dedicó su número 25 a las “historias de bares”, con un titular que redunda en la abrumadora ubicuidad del combinado de moda: “Por favor, un Gin Tonic”. Para ser elevado a los altares de la cultura —de momento, es sólo cuestión de moda— el gintónic debería alcanzar el estatus de bebida literaria del que goza, por ejemplo, el dry martini, así como el halo que lo rodea. La atmósfera asociada a dos de los inventos que la Ley Seca contribuyó a forjar —la novela negra y los cócteles— está presente en los relatos de Guillermo Niño de Guzmán, Denis Johnson, Jorge Eduardo Benavides, Juan Francisco Ferré, Gabriela Wiener, Washington Cucurto, Vanessa Montfort o Rodrigo Hasbún. La pasión, la angustia e incluso el asesinato, también. Pero Dashiell Hammett es Dashiell Hammett, Philip Marlowe es Philip Marlowe y el dry martini es el dry martini. El gintónic puede esperar.