El Conde de Berbedel y su esposa, José A. de Prat y Nidita Guerrero, nos invitaron el sábado a conocer su finca y su comarca en una jornada inolvidable. Si le echáis un vistazo a las fotos, comprenderéis, los que no la conozcáis, la fascinación de muchos por el valle de Els Alforins, con su paisaje de viñas y olivares jalonados por la hospitalaria silueta del ciprés: nada que envidiarle a lo que cuenta Ferenc Máté en La sabiduría de La Toscana.
En El Rincón de Berbedel, José Antonio cultiva un primoroso viñedo que estaba en plena vendimia y recorrerlo sobre la cosechadora de Tractores López fue una experiencia como de bucólico parque de atracciones. La uva de la finca se elabora en la Cooperativa de La Font de la Figuera, un modelo de gestión que hace que los Icono o los Venta del Puerto ostenten con orgullo su origen cooperativista. Desde el presidente hasta el director comercial, pasando por el enólogo, el agrónomo y el gerente, nos explicaron su filosofía y nos enseñaron sus instalaciones.
También estuvieron en la comida de Berbedel. ¡Qué arroz con conejo, palomo y setas! José Manuel Manglano se trajo de Valencia unos excelentes quesos. Adela, del Horno San Vicente, de Fontanars, puso el pan, la tortada de almendra, el panquemado y los hojaldres de cabello de ángel: una delicia. Máximo Caturla nos había enseñado dónde elaboran, como en casa, el tomate frito Kikí, auténtica delicatessen conservera, y nos dio a probar sus novedosas migas. Los demás pusimos nuestra contrastada vocación de experimentados comensales y contertulios: entre otros, Cuchita Lluch —presidenta de la Academia Valenciana de Gastronomía—, su escudero Sergio Adelantado y, por supuesto, Gastronostrum al completo.