En la gala de los premios de la D.O. Ribeiro, celebrada hace unos días, buena parte de los premiados era gente joven. Y eran todavía más los enólogos, bodegueros, viticultores y miembros del consejo regulador (desde el presidente a la gerente, por mencionar sólo a dos) que se apiñaban en el claustro barroco del convento de San Clodio aquella tarde, y que en muchos casos no superaban los 40 años o lo hacían por poco. Grandes noticias para la denominación de origen más antigua de Galicia, una de las más veteranas de España, por lo que esto supone de renovación y de ilusión en una de las provincias más envejecidas de la Península.
Para entender por qué esto es tan ilusionante hay que dar un vistazo a la historia. Los vinos de O Ribeiro cuentan con siglos de prestigio. Algunos de sus viñedos están documentados ya en la Edad Media, Shakespeare los mencionó y aparecen recogidos en libros ingleses de cocina del S.XVI entre los vinos más prestigiosos de Europa. Y sin embargo, hace 40 años en la cabeza de buena parte de los consumidores Ribeiro era sinónimo de vino de una calidad muy básica, de bebida de taberna en la que daba igual el producto o la procedencia.
Tras una caída tan estrepitosa, condicionada por el abrazo de muchos de los productores a uvas foráneas tan productivas como exentas de tipicidad, se tardó décadas en levantar la cabeza. Muchas de las variedades autóctonas (Brancellao, Caiño Tinto, Loureira…) cayeron en el olvido, llegando en algunos casos al borde de la desaparición; elaboraciones tradicionales como los vinos tostados llegaron a conservarse únicamente en el trabajo de algún elaborador octogenario. La confluencia de los ríos Miño, Avia y Arnoia se vio invadida por cepas de tempranillo y palomino que ocupaban parcelas de las que se arrancaron cepas, en algunos casos centenarias, de Treixadura o de Sousón.
Arsenio Paz y su mujer Asunción rodaban los 40 años cuando en 1977 compraron la Finca Vilerma, al lado de esa iglesa de Gomariz cuyos viñedos mencionan los textos medievales. Decidieron plantar Treixadura y variedades tintas autóctonas en contra del consejo de vecinos y de otros bodegueros. Nadie hacía nada parecido en aquellos años. Hoy Vilerma es un nombre que se menciona con respeto en la zona y su manera de entender la elaboración de vinos, radical en aquel momento, ha vuelto a O Ribeiro. Esperemos que para quedarse. Por el momento son muchos los vecinos que han ido devolviendo el prestigio a zonas como Gomariz (ahí está el equipo de Coto de Gomariz), Banga, Cabanelas, Camporredondo, Prado de Miño… Arsenio, 40 años después de aquella locura, recogía aquella noche el reconocimiento del Consejo Regulador a su trabajo pionero. Y lo hacía tirando de las orejas desde su discurso a la administración, con la independencia y el criterio que lleva empeñado en defender todo este tiempo. Quien quiera escuchar, que escuche.
Pero no quiero hablar sólo de vino ni de pioneros que hoy son ya los veteranos de la zona. Quiero hablar de cómo aquel trabajo visionario ha ido trayendo de vuelta en la últimas décadas a O Ribeiro –a la D.O., pero también a la zona- a un prestigio que había perdido. En una de las provincias más envejecidas y despobladas de España, el territorio de O Ribeiro encuentra hoy en el vino, por supuesto, pero también en el enoturismo y en el turismo rural una alternativa de futuro.
En Casal de Armán, por ejemplo, no sólo hacen vinos. Desde hace aproximadamente un año Marco Varela, un cocinero perteneciente a esa misma generación de Javier Olleros (Culler de Pau), Iván Domínguez (Alborada), Luis Veira (Árbore da Veira), O el tandem Cerqueiro-Pazos (Abastos 2.0.) se hace cargo del que sin duda es el restaurante de referencia en la zona. Y lo hace desde el bagaje que le otorga el haber sido finalista del certamen Cocinero del Año en 2011 pero sin renunciar a tener un pie en la tradición local. Seguramente en esa actitud esté la clave del futuro de O Ribeiro: en no perder la tradición de vista y, al mismo tiempo, ser capaces de mirar al futuro, de incorporar a nuevas generaciones que vean en la zona una alternativa de futuro de la que estar orgullosos y no sólo un pasado glorioso. Por eso es tan buena noticia que la gala de premios estuviese llena de gente joven, como lo es que Marco Varela apuesta por esta zona para proponer una cocina ambiciosa y con raíces. Porque si ese movimiento es capaz, como parece, de asentarse y hacerse fuerte conviviendo como convive con elaboradores tradicionales, con platos clásicos de la zona como las anguilas fritas o los pimientos de Arnoia, y es capaz de hacerlo sin fricciones, estará dando origen a un territorio en el que siglos de tradición se encuentran con el futuro y lo hará, además, de la mano de platos y de vinos.
Esta visita a O Ribeiro, después de algunos años, me ha llevado a visitar bodegas, restaurantes, casas de comida, a conocer a parte del equipo de Consejo Regulador y algunos establecimientos hoteleros. Creo, después de haber visto todo esto, que estamos ante un cambio de ciclo que se va consolidando, ante una reinvidicación mediante la cual este territorio y su gente vuelven a por lo que nunca debieron dejar marchar. Hoy los vinos de O Ribeiro son ya valorados lejos de aquellos tópicos no siempre favorecedores de no hace tanto tiempo. Es algo que se debe a los pioneros pero que los jóvenes tiene que mantener y acrecentar. Ese es el reto en una zona que cuenta con todo lo necesario para mantener la cabeza alta y reinvindicarse como ya ha empezado a hacerlo. El futuro es, ahora, cosa suya.
JORGE GUITIÁN