San Agustín, 13 Madrid Teléfono 911 863 626 Precio medio: 35-50 €
No parar. Esa parece ser la consigna de Gerardo Oter, que sigue sumando locales a la abultada nómina de restaurantes que posee en Madrid. Veintiuno contabiliza ya el grupo, todos ellos en Madrid, y funcionando razonablemente bien, e incluso muy bien. Una de las últimas adquisiciones es precisamente esta Parrilla del Mago, sin duda la propuesta más informal de todas las del grupo. Está en una de las zonas más animadas de la capital, el Barrio de las Letras, donde la oferta es amplia y para todos los gustos. Pero no es ésta una cuestión que les haya disuadido: al contrario. Porque literalmente pegado pared con pared a una de las insignias de la casa, uno de los Barriles, en este caso el de Las Letras —abierto sólo unos días antes— encontramos un local de aspecto joven, desenfadado, con muebles claros de madera y cierto toque entre rústico y vintage. Una decoración diferente a lo que viene siendo el made in Oter habitual y en la que no pasan desapercibidas las grandes cabezas de vaca de la entrada, las mesas largas, casi comunales —para 6 u 8 personas— y las viñetas del fondo, a modo de tiras cómicas alusivas a carnes y vacas.
Ese es precisamente el leitmotiv: la parrilla, las carnes —sobre todo—, algún pescado o verdura preparados al aroma de las brasas. La carta no es muy larga y se enriquece con alguna que otra sugerencia, siempre bien visible en la pizarra superior, sobre la barra. No suelen faltar un buen plato de jamón servido con un crujiente pan de cristal. Tampoco unas empanadillas criollas que se comen con gusto: se ve la mano del cocinero, argentino para más señas. Hay también ensaladas —recomendable la de tomate—, verduras de temporada —alcachofas a la brasa, calçots, setas— o cualquier pescado pasado fugazmente por la parrilla. Pero aquí lo que manda es la proteína, las carnes rojas gallegas, con el potente chuletón a la cabeza, su buen sabor, su adecuado punto de fuego… Porque está tierno, sabroso, porque apetece comerse un corte cárnico que sepa a lo que tiene que saber. Se sirve con patatas fritas, con pimientos y las consabidas salsas, tipo chimichurri, absolutamente prescindibles. De las brasas salen más productos, como la butifarra, como una adictiva chistorra sin pizca de grasa, como unas costillas de buey Angus, solomillo, hamburguesa, chuletillas de cordero o un estupendo picantón: pollito asado perfectamente, nada seco… Una opción adecuada y más económica. Los postres acompañan el resto de la comida. Puede ser una panna cotta, un tiramisú, un suflé de chocolate. Como los vinos: pocos, pero a precios prudentes.
RAQUEL CASTILLO