Por Nacho Unipro
Me gusta comer, lo confieso, soy capaz de hacer muchos kilómetros para descubrir un plato o un producto diferente. También me gusta conocer la historia del cocinero o del plato. ¿Cómo lo ha elaborado? ¿Cómo se le ocurrió? ¿Por qué este ingrediente y no otro? En fin, que disfruto comiendo. Por eso, y como lo peor de comer fuera es pagar la cuenta, estoy pensando en convertirme en gastronomic influencer. Es muy sencillo, ya veréis. Sólo tengo que trazar una estrategia en redes sociales, un poco de networking en todo sarao gastronómico de nivel, echarle morro y un par de cositas mas.
Primero buscaré algo que me diferencie del resto. Puede ser cualquier atributo: el color de mi pelo, un complemento que lleve siempre —sombrero, pañuelo, gafas— o, simplemente, poner cara de vinagre. Una vez lo tenga me haré un book de fotos para mis perfiles.
Crearé un blog donde hacer crítica gastronómica aunque no tenga ni idea de qué ingredientes lleva el plato que me estoy comiendo. Escribiré en un tono directo y cercano, pero utilizando palabras técnicas. Se trata de que parezca que entiendo: no es lo mismo decir “esta carne ligaba bien con la salsa” que “el exacto punto de cocción de la carne, donde coexisten la firmeza y la mantecosidad, hacía que la duxelle, perfectamente integrada como un todo en el plato, crease un jardín de sabores complejos que evocan a los viñedos de la Toscana”.
Acudiré a cualquier evento gastronómico que se precie y me sacaré un pase de prensa. Un poco de cara y a fardar. No necesito ser periodista. ¿Para qué estudiar una carrera? ¡Qué pereza! Además, una vez me haya hecho un nombre en estos círculos, tendré más influencia que los profesionales del periodismo.
Comentaré con fotografías en las redes sociales todo lo que me voy comiendo en tiempo real. ¿Se enfría el plato? No importa. Total, pondré lo que me dé la gana.
Como necesito miles de followers y es muy difícil conseguirlos de manera natural, pues los compro. ¿Cómo? Muy sencillo, los venden al peso en Internet. Con una inversión mínima, ya los tengo.
Una vez consiga esto, será el momento de presentarme en los restaurantes para ofrecerles mis servicios, que no son otros que hablar bien de ellos —ojo, que tengo miles de seguidores— a cambio de comer gratis. Pero de menús, nada: tengo que probar la carta completa.
Me juntaré con los Top Bloggers. No será fácil, tendré que poner enlaces en mi web a sus blogs diciendo lo bien que lo hacen. Y en cuanto me los encuentre face to face —cómo mola, ¿eh? soy cool y me lo creo— les recordaré lo que me gustan sus artículos y que por eso les pongo enlaces.
Aprovecharé cualquier oportunidad que me brinden de ser jurado en cualquier concurso gastronómico, no importa si es de bocadillos o de gazpachos, impondré mi criterio al del resto del jurado aunque sepan más que yo, que soy gastrocanapero profesional.
Llegaré a acuerdos con proveedores: yo te recomiendo, tú me das una comisión por ventas. A vender libros, thermomix o lo que haga falta.
Crearé una empresa de asesoramiento y marketing gastronómico. Mi nombre me avala, ya pillaré a algún imbécil que quiera montar un restaurante y le asesoraré —cobrando una pasta, claro— o haré funciones de community manager. Si todo va bien y sale como espero, en poco tiempo seré un gastronomic influencer. Me tendréis hasta en la sopa, en las revistas, en inauguraciones o presentando un pregón.
Próximo objetivo: ser crítico gastronómico y tener congreso propio.