Siguiendo instrucciones de Arzak

El hotel Mercure Santo Domingo marca tendencias en Madrid con su singular decoración, con una espectacular arquitectura interior y con una propuesta gastronómica que incluye un restaurante asesorado por el padre de la Nueva Cocina Vasca.

Un hotel de cuatro estrellas en el centro de una gran ciudad garantiza generalmente unas instalaciones funcionales con unos servicios estandarizados y unos precios razonables, pensados para huéspedes en viaje de trabajo que no esperan sorpresas de ningún tipo. De entrada, el Santo Domingo —integrado en la franquicia Mercure, que actúa básicamente como central de reservas y no impone procedimientos ni estilos— responde a ese patrón y es perfectamente recomendable para quien busque algo así en Madrid, a dos pasos de Callao y la Gran Vía. Pero su apuesta por la singularidad en la decoración, en la arquitectura interior y en la oferta gastronómica lo convierten en un buen campamento base para quien piense en la Villa y Corte como destino de una escapada o unas vacaciones en el tranquilo verano madrileño.

De entrada, sus 200 habitaciones están decoradas en 80 estilos distintos y 20 de ellas tienen una ambientación temática: la Quinta Avenida neoyorquina, las criaturas de la película “Avatar” brillando en la oscuridad o los efectos acuáticos de la iluminación sobre las paredes de cristal, con delfines y tortugas pintados al fresco, que hacen que uno crea estar durmiendo, si elige la habitación que lleva ese nombre, dentro de un “acuario”.

Pero lo más majestuoso de su arquitectura interior es un jardín vertical reconocido por Guinness World Records como el más grande del mundo: 844 metros cuadrados de superficie, casi 25 metros de altura y una cascada que cae desde lo alto entre más de 200 especies vegetales dispuestas en andamios, ocultos por la propia vegetación. Esta réplica contemporánea de los Jardines de Babilonia hace de aislante acústico y térmico, y, además, les da unas vistas espléndidas a 70 habitaciones que, en otro cuatro estrellas urbano, darían a un patio interior.

El jardín vertical lo pueden visitar quienes no estén hospedados en el hotel cuando está cerrada por temporada la piscina de la azotea: un reconfortante oasis urbano que emerge sobre la ciudad. En verano, ofrece masajes con o sin cosquillas, una soberbia panorámica sobre el Madrid de los Austria y una coctelería que, al caer la tarde, se traslada, en el sótano del propio edificio, a Las Cuevas de Sandó, las catacumbas de viejos ladrillos que fueron escondrijo de la Inquisición en el siglo XVI.

ARZAK EN MADRID

El gran atractivo gastronómico del Santo Domingo es el restaurante Sandó by Arzak Instructions. Su denominación define con exactitud el “modus operandi” de un restaurante —también gastrobar, a partir de septiembre— con el que, la primavera pasada, el padre de la Nueva Cocina Vasca desembarcaba en Madrid por primera vez.

No es un restaurante de los Arzak, pero sí un comedor de hotel confortable y con vida propia, incluyendo acceso directo desde la calle. La profesionalidad de un equipo que sigue las instrucciones de Juanmari, de Elena y de los suyos se pone de manifiesto en la mejor versión del clásico pastel de cabracho que hemos probado desde la primera visita a Arzak, hace 25 años. También, en platos tan arzakianos como el huevo con chalota y rabo o la merluza con aceite de chipirones, y en conceptos de un clasicismo contemporáneo tan sugerente como el boquerón con fresa o la sorta de langostinos y maíz. Y el precio no es ni la mitad que en el santuario gastronómico de San Sebastián. LLUÍS RUIZ SOLER

San Bernardo, 1
Madrid
Teléfono:34 915 479 800 
hotelsantodomingo.es