Aunque algunos auguran el fin de su reinado, el combinado de moda se resiste a ser depuesto y conquista nuevos territorios, cada vez más gastronómicos
Un gintónic no tiene más alcohol que una cerveza, más azúcar que una Coca-cola ni más carbónico que ninguna de las dos acompañantes habituales de una hamburguesa. ¿Por qué no iba a postularse como su maridaje ideal? Cuando la reina del fast-food ha salido de su gueto para incorporarse al territorio de lo foodie, era inevitable su encuentro con el trago líder entre los aficionados a la comida. Además, un sumiller razonablemente ortodoxo no puede desaprobar el matrimonio: los maridajes se establecen por armonía, por contraste y también por la idoneidad cultural que asocia el vodka con el caviar, el sake con el sushi o cualquier plato tradicional con el vino de su región, incluso si no son el matrimonio perfecto organolépticamente hablando. El gintónic y la hamburguesa son dos ciudadanos del mundo que frecuentan los mismos locales y tendencias.
En Alicante y en muchos kilómetros a la redonda, las mejores hamburguesas —de una autenticidad integral, con profundidad gastronómica y productos de calidad, en un ambiente neoyorquino y canalla— son las de Tribeca, donde también preparan unos estupendos gintónics: el romance está servido. En Madrid, ha sido pionera la carta Burguer Queen del Bristolbar, con seis calculados maridajes de hamburguesas de canguro, avestruz, pollo, angus o ternera de la buena con otros tantos combinados de ginebras y tónicas escogidas: dos cosas que le entusiasman a la reina de Inglaterra —hamburguesa y gintónic—, aunque no consta que las consuma simultáneamente. También ha sido uno de los primeros en la tendencia ginburger el Nello’s de Barcelona, un afterwork a la neoyorquina que completa su oferta de gintónic más hamburguesa —incluyendo las de escalivada, foie o steak tartar— con el pop-rock de los años 80 y 90 en vivo.
¿Quién puede haber tras la tendencia gastrogintónic, que le abre el mercado foodie a la tónica? Por ejemplo, Schweppes. El inventor del refresco gasificado, que perdió el liderazgo a manos de Coca-cola, encontró en la ginebra —que suaviza su agresivo amargor con el toque dulzón del alcohol— el aliado perfecto para presentarse en cualquier parte a cualquier hora. Una de sus iniciativas la acaba de lanzar en la madrileña Cesta de Recoletos, para quien el equipo de Santceloni ha creado cuatro pequeños platos —en la línea afterwork, una vez más— que maridan con otros tantos gintónics y a cada combinación le asigna además un clásico del rock: ensalada de vieiras con una de Bruce Springsteen, ravioli a la toscana con Tom Petty, tosta de burrata con The Strokes y terrina de foie con Bon Jovi. Para cada gintónic, una de las cuatro tónicas premium con las que Schweppes se puso las pilas cuando empezó a temerse que, entre tantos pequeños competidores, se le iban a comer la merienda.
LLUÍS RUIZ SOLER