
Acaba de salir la última cosecha de Triga con la anterior agotada. Tiene una presencia apabullante, comenzando por la botella —que debe costar vacía más que muchísimas llenas— y siguiendo por su color o su densidad. Uno se espera una bomba frutal y tánica, pero el hermano mayor de los Tarima y Tarima Hill —en cuanto a crianza y también en cuanto a precio: el Triga cuesta unos 29 euros—, es un vino sorprendentemente amable. Está hecho con monastrell (85%) y cabernet sauvignon, pasa 20 meses en barricas seminuevas de roble francés y arroja un magnífico balance entre la uva y la madera en nariz y en boca: aromas especiados y de fruta roja madura, fino y redondo al beberlo, con notas lácticas y minerales. De un estilo pensado para la exportación que gana adeptos aquí, es más elegante que potente: modernidad y autenticidad. De las 185 hectáreas de viñedo que tiene Bodegas Volver entre Pinoso y Salinas, cerca de una colosal cantera de mármol, una parte se plantó hace casi 90 años en pie franco.