Por Lluís Ruiz Soler
Nazario Cano, chef de culto donde los haya, recala en el Villa Venecia de Benidorm, tras una larga temporada en Perú, con su cocina delirante, suculenta y arraigada. Ajeno a las modas, aunque acaba de pasar 4 años en un país que marca tendencias culinarias, el chef alicantino combina, en clave muy personal, el descaro de la vanguardia, la solidez de la gran cocina y la autenticidad de la tradición gastronómica.
Uno es nazariocanista igual que es vilero o culé. ¿Que, lejos de casa, aparece alguien que no conoce La Vila Joiosa por el chocolate o por el Desembarco moro, sino porque el alcalde era médico pero no lo era? Qué más da, seguimos siendo los bilbaínos de La Marina. ¿Que los otros nos echan en cara que el último fichaje del Barça es un chaval un tanto macarrilla y tirando a caprichoso? A buenas horas: es lo que a ellos les ha ido toda la vida. Lo nuestro con Nazario Cano es algo así. ¿Que resulta que es el cocinero más errático del mundo y mira que los hay? Y qué. Pocos nos hacen sentir en la mesa nada parecido.
Por eso hemos ido a Dénia, a Valencia, a Madrid, a Altea, a Las Pedroñeras o a cualquier barrio de Alicante nada más saber que Nazario estaba en La Seu, en Altazor, en El Amparo, en Altea Hills, en Las Rejas o en Tragallum. Alguna vez hemos tardado un poco en encontrar el momento de visitarle en su nuevo destino y Nazario ya no estaba. Pero sólo desistimos de seguirle cuando, hace 4 años, decidió hacer las Américas. Quizá no sea exacto lo de “decidir”, porque Nazario se mueve por impulsos insondables, pero lo cierto es que se fue a Nueva York. Estuvo en la Gran Manzana, en el Amazonas y, la mayor parte de este tiempo, en Perú, la tierra del ceviche y el tiradito, la cuna de Gastón Acurio, la patria de la cocina chifa y la nikkei, la referencia de modas y tendencias para grandes chefs de aquí y del mundo.
ODA AL MEDITERRÁNEO
Pero Nazario no ha vuelto con acento peruano. Al contrario, traía mono de salazones y galeras, de sardinas y brasas, de bollit y “fesols i naps”, de gazpachos y fideuà, de mentireta y agua de Valencia, de aroma de pino y rumor de mar… De retomar su línea delirante y suculenta en plan “decíamos ayer”, a su bola, ajeno a los tics que comparten sus colegas, de cuya evolución ha estado al margen: ni una sola florecita en sus platos. Ahí están la pescadilla encurtida 2013 —la brillante corazonada que le hizo macerarla en el agua de un bote de olivas la ha refinado hasta lo sublime con una técnica magistral—, la cigala infiltrada con humo de regaliz por un método literalmente quirúrgico, la sobrasada de gambosí, el delicioso crujiente de ortiguillas, la excelsa gamba hervida que se come escuchando las olas en los auriculares que vienen en el plato —sin prejuicios puristas, porque una ocurrencia que funciona es una genialidad— mientras rompen a muchos metros bajo nuestros pies…
Porque falta decir que el hotel-boutique Villa Venecia está en lo alto del casco antiguo de Benidorm, sobre el acantilado del castillo, con unas vistas estremecedoras sobre la Playa de Levante. Y que esta conmovedora oda al Mediterráneo, el menú degustación, requiere reserva, pero las otras propuestas también tienen garantía de nazariocanismo.
Plaza de san Jaime, 1 03501 Benidorm Teléfono 965 855 466 A la carta, desde 60 € Menú Ruinart, 70 € (champagne incluido) Menú degustación, 100 € hotelvillavenecia.comMENÚ DEGUSTACIÓN DEL MEDITERRÁNEO, NUESTRA TIERRA
Crujientes de hueva
Crujientes de olivas
Crujientes de ortiguillas
Pino verde, sepia de Calp
La gamba de Dénia sensitiva
Clóchina con velouté de cerveza y limón en su aeroso de mar
Sobrasada de gambosí
Cigala ahumada
Pescadilla encurtida 2013
Bollit (hervido valenciano con berberechos y coliflor)
Sardina ahumada con crema agria de sus espinas
Caballa macerada en salazón con melón y pepino marinado
Fideuà de sepionet
Pulpo al carbón de yuca con cebiche
Torta de gazpachos, un “ida y vuelta” a Las Pedroñeras
Galeras con alcachofas en tenedor
Mantequilla de calamar con “fesols i naps”
Cierva con anchoa de bota, dátil, limón y trufa
Mentireta
Chocolate blanco con aceituna negra y agua de Valencia