Por Lluís Ruiz Soler
La renovación del rioja en los años 70 desechó las barricas viejas y mimó el viñedo. Los vinos de “alta expresión” lo situaron en la modernidad de los 90. Ahora, los grandes de La Rioja, como Marqués de Cáceres, apuntan hacia el público juvenil y las nuevas pautas de consumo.
Cristina Forner es la actual gerente del emporio vitivinícola que levantó su padre. Enrique Forner, nacido en Sagunto antes de que su familia se exilara a Francia tras la Guerra Civil, había llevado ideas y actitudes nuevas al corazón de la Rioja Alta en los años 70 junto a su amigo Émile Peynaud, uno de los enólogos más influyentes de todos los tiempos. Básicamente, la renovación consistía en reemplazar las barricas usadas por las nuevas y en olvidarse de las uvas de dudosa calidad compradas al precio más bajo posible. Forner se centró en contactar con viticultores dispuestos a seguir unas pautas que les permitieran obtener cosechas de mayor calidad, a costa del rendimiento y a cambio de unos mejores precios. Ese sigue siendo el modus operandi de Marqués de Cáceres, que controla la mayor parte del viñedo de Cenicero, uno de los tres grandes términos vitícolas de La Rioja junto a Alfaro y Laguardia. De esa forma, produce grandes volúmenes de vino de calidad a precios razonables, pero también escoge entre la abundancia para elaborar productos exclusivos con las mejores vendimias.
Igual que su padre había luchado por erradicar prácticas obsoletas, incluida la batalla que libró hasta conseguir que la DO Rioja obligara a consignar en la etiqueta la añada real de cada vino, Cristina quería dar en los 90 un nuevo paso adelante, en la línea de los nuevos riojas que empezaban a elaborar Roda, Barón de Chirel o Sierra Cantabria. Pero Enrique era reacio: los encontraba duros y poco elegantes. Finalmente, Cristina consiguió convencerlo o, probablemente, actuó en un descuido de su padre. El caso es que en 1994 elaboró el primer Gaudium, que sigue siendo el buque insignia de la bodega y que ella define como “un vino de meditación, pero también de disfrute”. Sólo se elaboran unas 50 mil botellas y en años excepcionales —la cosecha que hay ahora en el mercado es la de 2008— y cuestan unos 40 euros: la mitad e incluso menos que algunos de sus semejantes. La gama premium —los tintos Gaudium y MC— representa un 7% de la producción de Marqués de Cáceres.
La bodega de Cenicero es todo un clásico que no deja de ponerse al día. Si recientemente se ha abierto al enoturismo, su nueva línea apunta también al público juvenil y a las nuevas pautas de consumo. Su vino más reciente es el Excellens Rosé 2013, un rosado de corte moderno, pálido y sutil, al estilo de los “blush” californianos que son tendencia de cara a este verano y a la implantación del vino en ámbitos como los del terraceo o el chill out. También hay un Excellens Crianza y está a punto de lanzarse un Marqués de Cáceres Bio, en otra de las líneas que señalan el futuro del vino en el siglo XXI.