Algo estamos haciendo mal

Algo-estamos-haciendo-malPor Jorge Guitián @jorgeguitian

Algo estamos haciendo mal. Hablo de los que nos movemos en el mundillo de los blogs y las redes sociales de temática gastronómica. Algo estamos haciendo mal cuando, pese a lo mucho bueno que esos medios han aportado, sólo conseguimos que se hable de todo lo malo que conllevan y, reconozcámoslo de entrada, tampoco es como para dejarlo pasar.

En los últimos números de Gastronostrum se ha analizado el tema desde diferentes puntos de vista, así que pedí a la dirección poder hacer yo un pequeño Insider’s Review, dar una visión, convencida pero también desencantada en muchos aspectos, desde dentro. Entre otras cosas, porque creo que no saldremos de este círculo vicioso, en el que se nos achacan cosas y nosotros nos enrocamos y en el que ni una parte ni la otra consiguen hacer un ejercicio de autocrítica, mientras no seamos capaces de enfrentarnos con las caras más feas del asunto y no tratemos de cambiarlas.

Los blogs, y más recientemente las redes sociales, han aportado una cierta inmediatez y, sobre todo, han dado una voz a lo local, a los eventos, fenómenos y proyectos de pequeña escala que creo que no siempre se ha valorado de una manera justa. Nos hemos centrado en el ruido de fondo que se genera, en la banalidad y en el comentario vacío, mientras pasamos por alto la capacidad de descubrir cosas que antes quedaban fuera de nuestro alcance, la posibilidad de interactuar o de descubrir de primera mano la forma de ver las cosas de un cocinero, de un productor o del equipo de un restaurante.

Pero, del mismo modo que la liberalización de la televisión no supuso necesariamente una mejora de la calidad, este acceso universal a una plataforma desde la que decir algo —lo que sea, que esa es otra— no siempre ha sido bueno. Creo que todos debemos asumir nuestra parte proporcional de culpa. Y no tanto por lo que se dice, ya que aquí entra en juego la capacidad de selección del lector, sino, sobre todo, por qué se dice.

En los últimos tiempos, que se alargan ya demasiado, ha surgido la triste figura de la celebrity de Twitter, muy en la línea de la cultura del reality show que vende personajes antes que discursos. Han aparecido vendedores de crecepelos milagrosos y gurús con el secreto de la eterna juventud gastronómica. Charlatanes, como en cualquier otro campo de la vida, pero con una sombra demasiado alargada para un medio que sigue en pañales. Y junto a ellos, un efecto de repulsa, comprensible en muchos casos, no siempre justo y que no ha facilitado precisamente la normalización de la situación.

Así las cosas, yo me quedo con poder leer a Ángel León cuando sale a pescar, con tener la posibilidad de dialogar con un productor, de descubrir el día a día de Iban Yarza —¿conocéis su blog La Memoria del Pan?—, de seguir la pista barcelonesa de En Ocasiones Veo Bares o de sonreir con las ocurrencias de alguien desde el auditorio de un congreso.

Admito que, al menos desde mi perspectiva, una cierta dosis de humor, de frivolidad sana —ojo, he dicho sana—, es siempre bienvenida. Pero que eso no nos impida quejarnos de todo lo que no se está haciendo bien. Las posibilidades inmensas de un medio que todavía está tomando forma se ven ensombrecidas por actitudes minoritarias y relegadas al papel de una ficha má, en disputas que se alargan ya demasiado. Y al final, en esto como en todo, de lo que se trata es de encontrar voces con las que encajas. Todo lo demás es multiplicar un ruido de fondo que no beneficia a nadie.