El Pract&co by Enrich: a la tercera ¿va la vencida?

Estafeta, 2.
Pza. de la Fuente de La Moraleja
Alcobendas. Madrid
Tel.: 916 502 159
www.el-practico.com
No cierra
Precio medio: 35 euros

En realidad no es la tercera, sino la cuarta vez que Víctor Enrich le da un nuevo giro al local que desde hace seis años ocupa en La Moraleja. Inicialmente fue restaurante gastronómico al que después se añadió un gastrobar. Ambos convivieron hasta que la crisis obligó al cierre del primero, manteniendo exclusivamente el Atelier. Pero también éste sucumbió. Desde entonces hasta ahora el chef madrileño se ha embarcado en otro proyecto, El Taller de la Hamburguesa, que se mantiene a día de hoy en la misma plaza, justo enfrente del primitivo comedor. Y una vez más, cual Ave Fénix, el espacio primigenio ha resurgido. O más bien se ha reconvertido. Nuevo nombre (en clara alusión a su filosofía), distinto concepto y una recién estrenada decoración de maderas naturales, aire nórdico y un diseño elegante y chic. Puesta en escena que favorece una carta apetecible, que bebe de la tradición; mediterránea pero con un punto afrancesado e incluso castizo.

Se define como brasserie, es decir, un lugar que sirve comidas sencillas, informales y a precios comedidos. Pero quizás no sea la mejor definición, porque aquí tienen cabida cosas muy distintas. Para empezar degustación de ostras galas e irlandesas (Daniel Sorlut, Gillardeau, Tía Maraa; entre 2 y 2,80 euros la unidad), servidas con pan de centeno, mantequilla y vinagreta. O el agradable cebiche del día, los mejillones de roca, los ahumados, la anguila e incluso caviar. Tampoco faltan las ensaladas, las croquetas, los huevos estrellados, unas crujientes y sabrosas alcachofas fritas o, mucho más tabernarios, los caracoles “Escargot” a la madrileña (un gasterópodo gordo servido con una salsa picante y canalla) o las ancas de rana, cada vez más difíciles de encontrar.

El toque gabacho se deja ver en el carro de quesos de día, en la raclette preparada comme il faut en sartén de hierro, en el consomé gelée, en alguna salsa y determinados postres. Lo demás enlaza directamente con lo que nos es más cercano: los arroces –marineros, con verduras-, los fideos rosejats, unos macarrones con tomate y chorizo, como los de toda la vida (aunque aparezcan en la carta como penne rigate), el pescado al horno de brasa –lo que provea el mercado a diario- y las carnes preparadas en un horno Josper, que le confiere el típico sabor ahumado del carbón de encina. Solomillo, lomo, pollito de Bresse, chuletillas de cordero, se acompañan de distintos “sides” (papas arrugás, pimientos del piquillo tirabeques, puré de apionabo) facturados aparte. Una oferta bien resuelta a la que sumar los clásicos callos de Enrich, el escalope empanado o la jugosa hamburguesa de rabo de toro. Los postres (tarta de chocolate, tarta de limón) resultan más vulgares. Atractiva carta de vinos y un servicio que se desvive en amabilidad. Raquel Castillo