Finca los Hoyales y la biodinámica

cruz-de-alba-finca-los-hoyalesCruz de Alba

Ribera del Duero

En la agricultura biodinámica es imprescindible rociar los campos con un diluido, en muy baja proporción, de un preparado de boñiga que se ha enterrado durante meses dentro de un cuerno de vaca (que haya tenido varios partos). A ello se suman otros preparados como el de sílice, ortigas o corteza de roble, todos diluidos en proporciones tan ínfimas que para los críticos aquello no es más que agua. Sin embargo, para los seguidores de estas teorías de Steiner, estos preparados, a los que llaman dinamizaciones, operan de manera eficaz en el cultivo, poniendo en relación las fuerzas de las plantas y de los animales.

Sea como fuere, la realidad es que si los viticultores aplican el mismo celo en el cuidado y la elaboración de sus vinos que en la preparación de los combinados biodínamicos, el éxito en sus productos no debe estar lejos. Es lo que ocurre con Finca Los Hoyales 2012, un Ribera de Duero elaborado con uvas Tempranillo procedentes del pago del mismo nombre, una pequeña parcela de 1,8 hectáreas plantada hace más de 50 años ubicada en Padilla de Duero (Valladolid).

A los “estrictos principios de la agricultura biodinámica, agrohomeopática y radioestesia” que aplica, según sus palabras, la bodega, se suma una vendimia manual con selección de racimos en el campo, fermentación en barrica nuevas de roble francés y una crianza, sin trasiegos, de veintidós meses. Y todo ello en una parcela con tierra muy pobre, donde las cepas de más cincuenta años están obligadas a luchar contra con las inclemencias meteorológicas, de forma que el rendimiento es escaso pero de gran intensidad en referencias al terruño. El enólogo, Sergio Ávila, explica que su abuelo ya le decía que “si el terreno no vale para patatas, hay que plantar trigo, si tampoco éste se da bien, entonces pon cebada. Y si no, centeno. Si ni siquiera es bueno. Entonces planta tu viña”

El resultado es una producción limitada (en la cosecha de 2012 apenas alcanzó las 6.000 botellas) de un vino de color cereza oscuro con ribetes granates, de un potencial aromático extraordinario y con una amplia paleta de registros frutales, balsámicos y minerales. Un producto que ya, a pesar de encontrarse en sus primeras añadas, ha recogido galardones como los 96 puntos Decanter con Medalla de Oro. También el diseño de su botella ha merecido, hace poco, el Packaging Design Trophy en los Harpers Design Awards, un premio que valora el diseño y la originalidad en la presentación del vino.

En definitiva, se trata de una buena opción para acercarse los cultivos biodinámicos, bien con la convicción del creyente o con la prudencia agnóstica del que sabe que, el agua, no suele causar daño a nada ni a nadie.

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